lunes, 26 de agosto de 2019

Realidades imperfectas

Hay personas que llegan a tu vida para cambiarla, nunca se sabe si a mejor o a peor, pero esas personas siempre son importantes y desde el primer hola ya te tienen atrapada en su mundo, para no soltarte y estás perdida para siempre. Algunas de esas personas se convierten en amigos, y de otras... te enamoras.

En ese momento tu imaginación se dispara, empiezas a soñar con los ojos abiertos, con escenas que a lo mejor nunca llegan a cumplirse, pero la sonrisa que te crea, la falsa felicidad de un momento perfecto que no existe te sirve para evadirte de la vida real, de la vida que te ha tocado vivir sin él, de lo duro que es depertarte y que no esté contigo, de que ni siquiera lo sepa porque no te atreves a decírselo por si le pierdes, porque el temor a perder su amistad es más fuerte que cualquier otra cosa y te conformas, te conformas con sentirle desde lejos, con pensar maravillada cuan fantástico sería pasear de su mano, lentamente bajo la lluvia o bajo ese sol abrasador que odias pero que con él te parece perfecto, como cualquier cosa si él está cerca, contigo.

¿Por qué le echo de menos aunque nunca le he tenido?¿ Por qué le echo de menos sin haberle conocido?

Le encontré sin haberle buscado, una casualidad como cualquier otra, pero yo no creo en las casualidades, siempre he sido de creer que las cosas pasan por algo, nada es tan trivial como una casualidad sin más. Si está ahí es porque tiene que estarlo.

A veces la mente nos juega malas pasadas, imaginando tantos momentos irreales y perfectos que cuando despiertas te das cuenta de que estabas en una realidad alternativa que nunca pasará porque de repente algo ha sucedido que le aleja de ti sin saber por qué, de pronto deja de hablarte como antes, de contestarte, y pasa de lo que parecía una pasión mutua a la mayor de las indiferencias, y eso, amigos míos, duele, duele como un millón de cuchillas clavándose en cada centímetro de tu piel, porque aunque no quieras, te enamoras, porque no puedes dominarlo y no puedes elegir de quién, ni el cuando, ni el cómo ni el por qué, simplemente sucede. Y te desplomas, caes cuando prometiste que nunca jamás volverías a dejarte caer, pero ya es tarde, has vuelto a hundirte en el barro del que tanto te costó salir.

Pero, ¿y si sigues estando en tu imaginación? ¿Y si esa realidad no es la tuya todavía? ¿Y si queda otro despertar? ¿Y si el que te despierta es él?

No sé cuantos despertares me quedan, solo sé que me gustaría que el último, el de la realidad, fuese contigo. Y para siempre.

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