jueves, 16 de julio de 2020

Ansiedad

- No - dijo ella. - Esto es lo que me advirtieron, no puedo seguir por este camino.

Las luces parpadeaban en el interior del túnel, sentía el miedo en su espalda, no podía retroceder, pero si avanzaba, sabía lo que ocurriría, un túnel no tiene mucha escapatoria. Dudó por un momento, y se giró, echó a correr con la respiración agitada, no podía ir hacia atrás, ni tampoco hacia el túnel, así que avanzó hacia la derecha, apenas se veía nada, meterse en el medio del bosque no era la decisión más segura, pero allí en el medio de la nada, rodeada de oscuridad, se sentía más segura que entre las luces del túnel con las que podían localizarla. Cuando se cansó de correr se sentó bajo un árbol, intentando controlar su respiración, intentando tranquilizarse escurrió su cuerpo y se hizo un ovillo, se agarró a sus piernas, metió la cara entre sus rodillas y simplemente esperó, con los ojos cerrados, simplemente esperando desaparecer.


 Y así es cómo la ansiedad se apodera de ti, ese momento en que hasta la luz te da miedo y te sientes más segura en medio de la oscuridad donde nadie puede verte ni escucharte y simplemente luchas por intentar respirar con tranquilidad al tiempo que sientes como algo te presiona por dentro y no puedes evitarlo, nadie puede ayudarte porque esa es una lucha interna que sólo tú puedes vencer. Hay veces que la mente te da un pequeño espacio para una tregua, eso no es que estés bien, la ansiedad siempre está al acecho, y es el peor de los enemigos porque es invisible y ataca sin previo aviso, y pasas de estar bien, a de repente parecer que tienes toneladas de litros de agua sobre ti, impidiéndote respirar, impidiéndote ser libre, impidiéndote vivir, y encima sin saber cómo, ni por qué, y sobre todo si vas a poder salir de ahí pronto, tarde, o si llegará otra pequeña tregua antes de volver a arrastrarte a la profundidades...


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